Las mujeres, las heroínas de día a día

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Foto: pixabay.com

Hablando con mi mejor amiga sobre cómo imaginamos nuestra futura familia, sobre cómo nos imaginamos a nosotras mismas en la hipóstasis de madres, de mujeres hechas y derechas, de esposas, hicimos una pequeña lista de lo que una tiene que hacer en esta vida como mujer.

 

Además de ser mujer, novia, esposa, madre, hermana, hija, nieta y todas las otras funciones que tenemos durante nuestra existencia, debemos enfrentar la vida siempre con la frente en alto.

 

Hay que reconocer, señores, que nosotras, las mujeres, aunque se nos rompa el corazón en pedazos, aunque nos duela algo, aunque nuestro mundo esté a punto de derrumbarse, siempre, pero siempre, seguimos luchando. No quiero martirizar a las mujeres solo porque yo sea una y no quiero, de hecho, hacerlo en absoluto; solo os voy a informar un poco sobre lo que las representantes del así llamado “sexo débil” tienen que enfrentarse en el desarrollo de su vida.

Prometo decir la verdad y solamente la verdad por lo más duro que sea para mí o para los hombres que vayan a leer esto y os voy a dejar decidir si las mujeres merecemos estar en un pedestal o no. Desde pequeñas nos regañan por no vestirnos de la manera adecuada a las expectativas de la sociedad, que no jugamos únicamente con las muñecas, que deberían representar un modelo a seguir por su aspecto muy elegante, fino y perfecto.

Aun siendo chiquitas se nos dice que hay que hacer en un hogar, que la mujer tiene que ser la madre perfecta, la esposa ejemplar y la ama de casa que sabe cocinar recetas de las más simples hasta las de no sé cuántas estrellas Michelin.

¿Eres una adolescente o una joven rumana hecha y derecha, pero no sabes hacer polenta?

No te vas a casar nunca, te van a decir tu propia madre o abuela, o tía o esa prima fastidiosa, más grande que tú, que ya ha sentado cabeza y ha formado una familia con su marido, que ni siquiera le había preguntado antes de casarse con ella si sabía cocinar. En fin, estas son cosas de cada cultura en parte, de tradición, de mentalidad y representan unos casos particulares, pero seguiremos con los casos generales, repartidos alrededor del mundo en el que vivimos.

Las pruebas a las que somos sometidas sin nuestro consentimiento, por supuesto, nosotras, las mujeres de todo el mundo, son bastante difíciles y estoy convencida de que los hombres no podrían pasarlas, por lo menos no con la frente en alto, como nosotras. Un ejemplo muy relevante es la menstruación.

La menstruación, que no se reduce solo al hecho de que una vez al mes, cada mes, por unos días, las mujeres sangran para que su cuerpo elimine todas las impuridades para que funcione normalmente y de esta forma asegure el buen funcionamiento del aparato reproductor, sino que también se refiere a unos cambios drásticos de humor, comportamiento y estado físico.

Por ejemplo, hay una cosa que se denomina el síndrome premenstrual y que se instala propiamente dicho antes de que empiece el sangrado. Esto consiste en cosas como apetito muy grande, antojos de los más raros (como comer nachos con helado) entre otras cosas. Y esto no es nada, porque, cuando hemos acabado de vaciar las estanterías de las tiendas, viene la menstruación, con sus dolores de cabeza, con mal humores, con dolores de barriga, de ovarios, con estados de vomito o con mareos, con dolores de espalda, entre otros, con más antojos extraños y con unos cambios de humor tan drásticos que nadie nos puede entender.

El clímax de todo este maravilloso período es cuando tenemos antojos, cambios de humor y dolores al mismo tiempo y compartimos nuestra vida con alguien, con un ser amado, con un novio, que no puede entender que en estos días lo mejor para él sería huir… ¡Estoy bromeando, claro! Por más locas que seamos en este período, nunca lastimaríamos al que más amamos, ¡no de manera consciente, por supuesto!

Dejando las bromas al lado, quiero compartir algo con ustedes, especialmente con los hombres.

No es nada fácil despertar un día con un estado depresivo, con un humor que no te deja ni que te levantes de tu cama, porque efectivamente sientes que tu cuerpo se está rompiendo pedazo por pedazo. Nada parece funcionar como debería, aunque ha salido el sol. Para nosotras está nublado, aunque cantan los pajarillos de una manera que normalmente nos encanta. Nuestro único pensamiento es “¿si las mato, cuenta como crimen en mi lista de pecados?”.

Sé que puede parecer un poco exagerado o sádico, pero nosotras tampoco queremos ser así, la culpa la tienen la depresión y los sentimientos con una intensidad multiplicada por diez. En este período es recomendable dejarnos vegetar en la cama, acorraladas por dulces y con una buena serie o película, claro si es que los actores no nos hacen molestar y tirar el laptop por la ventana, a pesar de que vivimos en el décimo piso.

Esto es un resumen de lo que sentimos nosotras, las mujeres, en el período de la menstruación y aunque sea algo que pasa cada mes, nunca, pero nunca, es más fácil. Si no tenemos una cosa, tenemos a la otra, si no hay cambios drásticos de humor, de tipo ahora te odio, ahora te amo, hay dolores o estados depresivos que no nos dejan disfrutar de nada.

Tratamos de superar le que hemos dicho sobre el período de la menstruación, pero no antes de sugerirles a los hombres que no están convencidos de lo difícil y raro que puede ser, que se aseguren de tener la “película completa”, o sea, quédense junto a sus mujeres por todo el período por una vez; les aseguro que no van a pedir ver este período de nuevo.

Y si pensamos en si los hombres podrían vivir la película de las mujeres en carne propia, pues os digo sinceramente, no alcanzarían el final.

Bueno, ya, pasamos ahora a hablar sobre otro aspecto tan hermoso como el anterior en la vida de una mujer: la maternidad. Claro que ser mamá es una de nuestras grandes misiones como mujeres y es algo maravilloso, pero tiene también unos aspectos que deberían ofrecernos un poco más de respeto.

El momento en el que nos quedamos embarazadas es mágico, es lo más hermoso de nuestras vidas, pero cuando empezamos a engordar, cuando empezamos a pensar que nuestra pareja puede mirar a las flacuchas de la calle, cuando pensamos que no vamos a ser buenas mamás… nada nos parece mágico.

Y sí, estas pueden parecer tonterías, por voy a pasar a hablar sobre el momento clave: el parto. En el momento en el que el bebe quiere salir, nuestro mundo parece derrumbarse. Por lo que he escuchado y leído sobre la intensidad de los dolores hasta me pasa por la cabeza pedirle a Dios que nunca sea madre.

Imaginaos: vosotras, como mujeres, sentadas, sintiendo que os estáis rompiendo en pedazos, pensando en que sois responsables de una vida y que tenéis que pujar, aunque sintáis que todo dentro de vosotras se está destrozando…una imagen no tan agradable, ¿verdad?

A veces hay que hablar sobre cosas desagradables para demostrar algo.

Se dice que los dolores del parto son tan intensos que, si el cerebro femenino no tuviera la opción de olvidar y disminuir con el paso del tiempo esa intensidad, nunca más nos atreveríamos a dar a luz. Además, imaginaos si no todo sale tan bien, nosotras somos las culpables, por lo menos en nuestra opinión y así damos la bienvenida a la depresión. Hay también casos en los que todo sale bien, pero las madres se convierten en personas depresivas, gracias a la depresión post- parto.

Esta depresión es algo normal si dura alrededor de tres días después de dar a luz, pero hay casos de manifestación más severa que incluyen desorden alimenticio, estado mental frágil y dificultad en acercarse al niño de manera física y afectiva, entre los más conocidos. He visto una vez un experimento hecho por Badabun, un canal de Youtube, muy famoso a su tiempo en México, que suponía a los hombres mediante un aparato a la intensidad del dolor del parto usando ondas de choque. Cuando el aparato casi alcanzaba la mitad de la intensidad normal, los hombres renunciaban o gritaban de dolor. Unos cuantos casi-casi lloraban, rogando que se parara todo eso.

No voy a comentar de ninguna forma, voy a dejar esto en vuestras manos, pero me pareció un ejemplo relevante en este caso.

Después de un parto, hay también otras complicaciones: como el hecho de que la menstruación que nos había dejado por nueve meses se reinstala en nuestras vidas de manera inmediata y por un tiempo más largo de lo normal. Y esta viene con todo lo que hemos platicado antes. Además, al pasar el tiempo en el que nuestro cuerpo se repone después del esfuerzo, los cambios, la dilatación y todo eso, nuestra vida sexual está por el piso.

Aunque quisiéramos disfrutar de unos momentos íntimos, no es tan fácil: el cuerpo ya no está tan acostumbrado, aparecen estados de incomodidad, el placer está disminuido al principio gracias a la dilatación del parto y todo eso. Este estado incomodo es también algo que nos afecta mentalmente, porque nuestro cuerpo, que ha pasado por unos cambios bastante grandes, no siente todo igual que antes, siente como si fuera invadido, como si las cosas no suceden normalmente y claro que no es culpa de nuestra pareja, pero tampoco de nosotras. No es algo deseado, pero es algo real, que pasa en la vida de muchas mujeres que se convirtieron en madres.

Entre muchos otros aspectos, estos serían los más asombrosos que hacen parte de la vida de una mujer.

A lo mejor no hemos participado en guerras, pero nuestra vida muchas veces parece ser una. A lo mejor no tenemos la misma fuerza física de un hombre, pero tenemos la fuerza mental y espiritual que iguala la determinación de una leona que defiende a sus cachorros, la velocidad de un puma al perseguir a su presa y la necedad de una cabra.

Sé que esta es una combinación bastante ecléctica, ¿pero, acaso nosotras, las mujeres, no somos hechas de la misma manera?

Firmando,

la escritora del testimonio del dolor, una mujer entre muchísimas otras mujeres.

 

 

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1 comentario en “Las mujeres, las heroínas de día a día”

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